Bueno, creo que podría
quedar un poquito mejor el recuerdo de
mi viaje a Japón descrito en la entrada
anterior, si hoy que me encuentro
animado y sin intención de ser pesado, os cuento un poquito más. Me lo pasé tan bien y vimos
tantas cosas curiosas y nuevas para
nosotros en aquella década, que siempre
perdurarán en el interior de todos los que allí estuvimos.
Un servidor en el Hotel de Nara
Tokio, Kioto y Nara, eran y son unas ciudades entre monumentales y preciosas,
tenían bellos jardines y parques. Los japoneses gustan de tener un jardincito
en sus casas. Templos religiosos muy
adornados y construidos en madera. Estaban rodeados de ciervos a los
que les gustaba comer en tu mano unas galletas que vendían en unos chiringuitos
para ese menester. El paisaje es
precioso, tiene su parte montañosa y agreste, muy oriental y buena vegetación, pero en cuanto al sol, un
símbolo en su bandera, por eso le llaman “la tierra del sol naciente”, nuestra sorpresa fue que la mayoría de los
días permanecían nublados y lo ocultaban.
Eso sí, hacía un calor bochornoso.
Zona de Ginza
Torre de Tokio
Sus gentes, tanto
hombres como mujeres vestían de la forma
tradicional, por lo que nos causaba sorpresa verlas con su kimono, su Obi
(lazo) y sus getas o sandalias de madera en los pies, y a su lado, transitaban otras
personas vestidas igual que nosotros. He conservado amistad con varias personas
durante años, incluso una de ellas vino a España de vacaciones. Como cosa
curiosa que nos dejó boquiabiertos en Tokio, fue una
calle ancha totalmente remachada en planchas de acero y totalmente hueca. El motivo era que
estaban construyendo el metro y alguna estación. Los automóviles hacían muchísimo
ruido al pasar por encima de los remaches de acero. Cuando mirábamos por un
huequecito de una valla, quedábamos impresionados por la profundidad en la que
estaban trabajando. Sentíamos la necesidad de echar a correr y escapar de esa
calle.
Jardin con templo en Kioto
Un servidor con una japonesita en Kioto
La comida ¡¡Ay la
comida!! Fue lo único que nos costó a todos digerir, porque era muy extraña,
distinta para nosotros. Paseábamos por la zona de Ginza y como había muchos restaurantes nos venían
todos los olores que desprendían las cocinas niponas, pero nuestro olfato no
llegó a reconocerlos como apetitosos. Hacían sopa con raíces de árboles; ballena con escarola; pescado crudo con arroz
y no sé cuántas cosas más que ahora no
recuerdo. Como eran tan corteses, y dándose cuenta del problema, siempre
sonriendo con nuestra expedición,
tuvieron el detalle de darnos pollo asado con patatas moldeadas como si
fueran churros. -Así les gustará la comida, a la europea, nos decían. Nosotros
todos contentos y agradecidos, el problema era cuando estrenábamos ciudad, pues los japoneses nos obsequiaban con sus platos favoritos y con una
sonrisa teníamos que degustar. También tengo que decir que probamos en varias
ocasiones el famoso “Sake”, bebida alcohólica japonesa hecha a partir del arroz y que no estaba mal,
calentaba, calentaba. Ahora ya han cambiado algunas cosas en Japón.
Hiroshima
Hiroshima
Nara jardín Isue-En
Un servidor con dos amigos japoneses interesados en vestir nuestro traje
Actuábamos en todas las
ciudades que visitamos, mencionadas en mi anterior entrada, en grandes
pabellones de deportes con cabida para 30 mil personas, en fin, una barbaridad, pero si pensamos que en 1967
Japón tenía más de noventa millones de
habitantes, desde luego, para ellos no eran tan grandes. Hoy son más de cien millones. Y
por último, solo me queda mencionar a la Organización del programa y de
espectáculos, fue impecable. Los japoneses son súper organizados, nos trataron
a cuerpo de rey. Eso sí, muy rígidos, pues no aceptaron una invitación que nos
hicieron desde Filipinas,
concretamente su capital Manila, con el
fin de actuar durante dos días. Fracasó por la tenacidad de los Japoneses que
no aflojaron diciendo que no podía ser
porque lo que estaba organizado había
que cumplirlo. Aunque en ese momento nos desilusionó, no tuvimos más remedio
que darles la razón, pues sin ninguna
duda la tenían toda. Cuándo llegue a casa pesaba ocho kilos menos, seguramente
por el ajetreo del viaje, dormir poco, las comidas, en fin, pero llegué feliz y flotando en una nube sin
asimilar todavía el viaje que había realizado.
Este sí que es un gran post.
ResponderEliminarMiguel Angel, te agradezco sinceramente el comentario, lo creas o no, me da ánimo y un poco de satisfacción para seguir adelante.
EliminarEstupenda descripción de un viaje realmente interesante y merecedor de guardar en el álbum de los mejores recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo y buena suerte con su recién estrenado blog.
Amalia: Muchas gracias por detenerte en mí blog y me llena de alegria que te haya gustado el tema. Además deseo darte las gracias por hacerte seguidora de mi humilde blog. Gracias.
EliminarBuenas tardes señor Paradela,
ResponderEliminaryo le quería hacer una pregunta, ¿no fue en Japón donde usted extravió la gaita y tuvo que tocar finalmente con una gaita Escocesa? quizá me equivoque y esto le haya sucedido en otro país, si así fuere, ruego nos cuente su aventura y hágalo pronto que ya me quieren meter en el sarcófago.
Atentamente,
A. Cachafeiro.
Jajaja. Que alegria me da usted Sr. Cachafeiro. Efectivamente tuve ese percance pero no fue culpa mía sino de.......Le prometo que en el próximo post, le contaré esa pequeña anécdota o aventurilla que me lo hizo pasar muy mal. Muchas gracias por su comentario. Se lo agradezco sinceramente.
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