Bueno amigos. Qué
conste que yo no pretendía volver a tocar el tema de mi viaje y aventurillas por
Japón, pero a petición de un comentarista con seudónimo “Avelino Cachafeiro”,
quién me ruega que lo cuente, por cortesía y como no es un tema íntimo, sino
todo lo contrario, se le puede etiquetar
como cómico, lo contaré.
Todo empieza al llegar
al aeropuerto de Tokio, al dirigirnos a la Terminal para recoger los equipajes,
resultó que mi maleta no apareció. Empezamos a ponernos todos nerviosos porque
en la maleta iba mí gaita con la que tenía que interpretar las danzas de mi
Grupo, como el único gaitero era yo, pues ya me dirán.
Los japoneses daban la sensación de estar más tranquilos que todos nosotros que empezábamos
a mostrar mucha preocupación, pues en la
noche del día siguiente empezaban los espectáculos. Los organizadores
nos decían que iban a hacer gestiones con la compañía aérea, porque
existía la posibilidad de que mi equipaje
llegara en el próximo vuelo.
Pero la puñetera maleta
no llegó, por lo que tuvimos que ponernos a pensar rápidamente en cómo solucionar
el problema, por lo menos provisionalmente. Sugerimos a los japoneses la idea de
investigar por Tokio, si en alguna
tienda de antigüedades, de música o Centros Comerciales, sería posible encontrar una gaita gallega. La gestión la hicieron rapidísimo, al poco tiempo aparecieron con
una gaita gallega, pero nuestra alegría duro poco al comprobar que una de las
piezas principales tenía una grieta que le hacía desafinar muchísimo,
impidiendo que se pudiera tocar con ella. Pero cual fue nuestra sorpresa, que
al poco tiempo llegó un japonesito de la
organización sonriendo y con una gaita escocesa. Aparentemente, era una gaita
estupenda, pero al examinar todas las
piezas y probarla, me di cuenta de que
el orificio del soplillo era muy cerrado, es decir, que prácticamente no
entraba aire, por lo que me declaré incapaz de tocarla ¡¡¡ AAAAAAAh!!! Qué mala suerte.
Pero surgió el ingenio, un compañero del grupo de Granada, me dijo. – Oye, Miguel, y si probamos a cerrar los
agujeros de los roncones y metemos unos tubos de goma, soplaríamos cuatro al
mismo tiempo y así lograríamos hinchar el fuelle, de esta manera tendrías aire
para tocar. Así lo hicimos, y después de varios ensayos logramos que la idea funcionase,
por lo menos, para salir del paso. Os aseguro que tengo una foto en la que me
están soplando los andaluces y yo tocando la gaita escocesa (en un ensayo),
pero me ha quedado en Madrid, seguro. Esto de andar cambiando de ciudad…….
Unos compañeros maños, unas admiradoras y un servidor vestido con mi traje de gallego.
Habían pasado cuatro o cinco días cuando mi tío
Paradela, así era conocido por su apellido en el
mundo del folclore como gaitero, me
envió una gaita por vía aérea desde La
Coruña hasta Tokio. Pero lo que había resultado gracioso, es que cuando el
paquete había llegado a la capital nipona, nosotros estábamos en Kioto, y
cuando éste llegaba a Kioto, nosotros
estábamos en Nagasaki. A la vista de mi cabreo el cual estuvo a punto de costarme un disgusto, dado
que no dejaba de pensar que me estaban tomando el pelo, y así se lo hice saber
al intérprete y organizadores. Mi sorpresa fue cuando al día siguiente,
concretamente por la mañana, me entregaban mi queridísimo paquete en mi
habitación. En ese momento me sentí feliz como un niño con sus juguetes, hasta
les pedí disculpas por mi comportamiento imprudente, a lo que ellos
respondieron con una cortes sonrisa diciéndome que habían viajado toda la noche
cientos y cientos de kilómetros, con el objeto de darme la satisfacción de que
yo tuviera mi gaita por la mañana. Me
fundí en un abrazo con los dos japoneses a los que vestimos con nuestros trajes
folclóricos de Galicia (son los que están con un servidor en el post anterior).
Preparé el instrumento y luego de comprobar que todo era perfecto, los
organizadores nos invitaron a que les siguiéramos todos los componentes del grupo de La Coruña.
Nos llevaron hasta la cafetería del Hotel y nos invitaron a “SAKE”. A A partir de ese momento todo fue divino.
Solamente deciros que en la despedida, tanto en el Hotel como en el aeropuerto,
hubo muchas lágrimas por parte de
nuestros admiradores y admiradoras, y como no podía ser menos, nosotros
incluidos. Cuando se convive tantos días con las personas que habían organizado nuestra gira y que nos
acompañaron en todo momento, sin ninguna duda, se les coge mucho cariño. Tengo también que decir que me
regalaron una maleta nueva, ropa, calzado y todo lo que me hizo falta para mi
estancia de 28 días, y la puñetera
maleta la extravió IBERIA y no la JAL, apareciendo al mes de haber llegado a mí casa y
completita, no faltaba absolutamente nada.. En fin. Esto es lo que pasó.
La verdad, es que esta es una gran anécdota sumamente divertida, aunque ya imagino que en aquellos momentos se habrá vivido un gran nerviosismo.
ResponderEliminarEs muy agradable leer sus recuerdos de estos viajes.
¡¡Qué tiempos tan entrañables y lindos!!
Un fuerte abrazo.
Amalia: Por supuesto que son grandísimos recuerdos. Espero que sigan en mi memoria mucho tiempo, aunque alguno anda despistadillo por el paso del tiempo, pero de momento conservo muchos. Efectivamente eran unos tiempos muy entrañables. Muchas gracias por tu comentario, y como vale más tarde que nunca, mi agradecimiento también por hacerte seguidora de mi humilde blog.
EliminarYa sabía yo que algo así le había sucedido, lo que no sabía es que tuvieron que soplarle por las ronquetas y el roncón, vaya faena, aunque para faena la de Iberia. Muchas gracias por contar esta anécdota, o mejor dicho: Arigato.
ResponderEliminarMuchas gracias a tí por hacer que mis neuronas trabajen. Si bien estaba este recuerdo en mi memoria, también es seguro que ya estaba un poquito archivado. Muchas gracias "Avelino Cachafeiro" y un abrazo.Domo arigato
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