En el post anterior
decía que nos habían alojado en un Colegio Mayor. Los dormitorios eran muy grandes, cada uno constaba de cuatro
camas y cuatro taquillas o armaritos, más una mesa de trabajo con su respectiva
silla. Cada habitación estaba separada de la siguiente por unos tabiques con
ruedas, seguramente adaptado para el momento,
pues éramos varios grupos en aquella planta.
Bueno. Al día
siguiente, sobre las doce de la mañana tuvimos un desfile por la ciudad. Fue
bonito y al mismo tiempo un poco alocado al sonar todas las músicas al mismo
tiempo, aunque se guardaban las distancias reglamentarias, pero también fue muy
vistoso, grupos de danzas gallegos,
bretones, irlandeses, y sus bandas de
gaitas. En fin muy bonito pero agotador.
Un día nos pusimos de
acuerdo con Milladoiro en los dormitorios para no ir al comedor a cenar. Cuando
veníamos de camino, en la provincia de Lugo, en Becerreà, hicimos una paradita
para desayunar, y paseando por sus calles vimos una tienda de jamones, entramos a mirar un poco y terminamos por
comprar entre cuatro compañeros un jamón cuyo peso sería de 7 kgr aproximadamente,
con el fin de comerlo poco a poco entre los cuatro si fuese necesario. Pero el
problema era mantener el maldito jamón todo lo más discretamente posible fuera de
los muchos ojos indiscretos que le miraban con buen apetito. Tengo que decir que
los organizadores nos daban mucho paté y pan para alimentar el cuerpo, y eso todos los días cansaba. El caso es que concertamos darnos nosotros
cuatro y Milladoiro, un atracón de jamón
y así evitar males mayores. Milladoiro
prometió 4 botellas de vino de Alvariño
que habían traído de la zona. Aprovechando la hora de la cena y que todo se
quedaba tranquilo en los dormitorios,
empezamos el festín después de conseguir un cuchillo en la cocina del comedor.
La verdad es que estaba suculento, acompañado de unas barras de pan y el vinito
nos pusimos como Pepes. Al final no fueron 4 botellas, sino 9 ¡Qué
mentirosillos! Nos habían dicho que solo tenían cuatro. Jajaja. Nos lo pasamos
en grande y dimos buena cuenta del jamón dejando el hueso totalmente al
aire….”migajas”. Cosas que pasan.
Cada día nos mandaban a
una zona de la ciudad en la que teníamos que
actuar. Habíamos hecho una protesta a los organizadores por el exceso de
paté con pan que nos daban para comer y cenar, por lo que les demandamos más carne y
ensaladas, faltaría más, habían demostrado un plan de comidas totalmente cutre,
no exigíamos manjares pero queríamos comer.
Un día nos llevaron a
visitar Saint Malo. Ahí se portaron bien. El viajecito fue precioso, dimos unos
paseos por dicha ciudad que nos gustó un montón, nos llevaron a comer a un
restaurante que, aunque nos ofrecieron un menú sencillo fue suficiente, además
teníamos que pensar que éramos una expedición grandecita. A la tarde,
retornamos para Lorient.
Todas las noches se
quedaban las luces encendidas de los dormitorios, entraban y salían miembros de
los grupos, además de hacer corrillos y
hablar en alto. Era imposible conciliar el sueño, fue el viaje de todos los que
hice en mi vida que menos dormí. Además, al igual que hiciéramos nosotros y Milladoiro,
algunos miembros de grupos habían traído embutidos para comer. Los escoceses
por ejemplo, eran corpulentos y tiraban de la cuerda y con lo que les daban de
comer no les llegaba, por lo que todos los días se llevaban barras de pan y se
comían una especie de salchichón o chorizo…En fin. La víspera de marchar, nos
obsequiaron con otro viaje, esta vez a Brest. Únicamente me queda decir, que
era una hermosa ciudad, justo ese día se celebraba un mercado medieval
precioso, digno de ver.
Debo deciros que todos
habíamos dispuesto de alguna tarde noche libre, y sin apenas dormir, tomando
mucha vitamina C efervescente para tenernos en pie, salíamos a las cervecerías a
divertirnos un poco.
Pero todo llega a su
fin. Llego el día triste, el día de marchar, de volver a casa. Lo digo así
porque toda la expedición teníamos una carita triste, no sé si por el viaje de
vuelta o por el sueño adquirido, yo creo que era un poco de todo. En estos
viajes siempre se conoce a personas que luego, seguramente no vas a ver más y eso causa tristeza.
De la vuelta poco os
puedo contar porque vine todo el camino durmiendo, únicamente abría los ojos
cuando parábamos a tomar un café o a comer algo, habían sido 10 días muy intensos.
Hasta pronto.
Qué grandes recuerdos y qué anécdotas tan llenas de humor!!
ResponderEliminarMontones de vivencias para no olvidar nunca pero imagino que aquel delicioso jamón compartido quedará para la posteridad.
Un relato lleno de encanto y divertido.
Muchos besitos.
Muchas gracias Amalia. Como tu dices son grandes vivencias, es lo que nos queda (mientras quede) Un besito grande para ti.
Eliminar¡Bueno con el Alvariño ! me estoy imaginando como acabasteis todos, y al día siguiente a bailar ,¡ como salia el sonido de la gaita ! pero bueno había que cumplir y ademas siendo joven todo se supera ,un bonito viaje y con tiempo para conocer muchas cosas.
ResponderEliminarSupongo que el paté no formara parte de tu dieta Un bicoooo
Jajajaja. Qué razón tienes Ángeles. Cuando uno es joven cometemos muchos abusos de esta índole. Hoy no me comería más de tres lonchas grandes, pero ese díaaaa.......fueron unas cuantas más. El alvariño exquisito; eran unos pirandónes, nos dijeron que no traían mas que 4 y nos bebimos entre los nueve...pues 9 botellas, es decir, una botella cada uno. Pero no te preocupes, con el jamón que nos tocó por barba, la botella se quedó corta. Jajajaja. Un bico grande para tiii.
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